Nadando contra una corriente fuerte

Mujeres luchando para mujeres: las activistas de la organización Visitación Padilla

Honduras vive una crisis grave de derechos humanos, resultando en tasas de homicidios entre las más altas del mundo. La violencia extrema afecta a las mujeres de manera preocupante: Son víctimas de diversos tipos de violencia, de cuales destaca el femicidio. Según cifras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, cada 15 horas una mujer es asesinada. La impunidad en estos casos se estima de 95%. Es el entorno laboral de Merly Eguigure Borjas, Cristina del Carmen Alvarado y sus compañeras del Movimiento de Mujeres por la Visitación Padilla. La organización recibió el premio de derechos humanos Georg-Fritze-Gedächtnisgabe en Colonia por su trabajo promoviendo la paz. Matices habló con las activistas.

por Nora Schramm y Sonja Hofmann

¿Nos pueden contar cómo y por qué se formó la organización Visitación Padilla? 

Merly: Visitación Padilla surgió en noviembre del 1984. Era una época muy difícil en la región centroamericana porque estaba en guerra. En ese tiempo los Estados Unidos aplicaron la doctrina de seguridad nacional: Una política que reaccionó a la revolución nicaragüense y los procesos de levantamientos armados en El Salvador. Como Honduras está en el centro de la región, era el país que Estados Unidos ocupaba para realizar sus acciones en el resto de Centroamérica. Así que Honduras estaba ocupado por cuatro ejércitos. En ese contexto surgimos nosotros. Nuestra principal demanda era la paz – la lucha por la paz y la construcción de la democracia en el país. Desde el inicio reclamamos la salida de las tropas norteamericanas porque violentaban nuestra soberanía nacional igual que los demás ejércitos. Así empezamos, instalando la idea de la necesidad de la paz en las mujeres campesinas, en los estudiantes, en los pobladores de los barrios. El nombre es de Visitación Padilla, una maestra que nació en 1882 y tuvo pensamientos muy avanzados para su época. Lo elegimos para que la historia no le olvide como una mujer que luchó al igual que lo hacemos nosotras ahora.

 

¿Desde el inicio fue una organización de mujeres para mujeres?

Merly: Si, fue para y por las mujeres. Pero no éramos feministas. Al principio no reivindicábamos específicamente los derechos de las mujeres. El tema central fue la paz incluyendo la salida de las tropas. A finales de los años 80 empezamos a relacionarnos con el tema y a leer sobre el feminismo. Nos dimos cuenta que las mujeres estamos más afectadas en la salud, que los problemas sociales como la falta de agua y educación percuten directamente a las mujeres.

Cristina: Pero sobre todo nos preocupamos por cómo había afectado a las mujeres la guerra que estaba alrededor nuestro. Ocurre siempre que el botín más preciado es la vida de las mujeres. Eran mujeres abusadas o viudas y no había atención de ninguna naturaleza.

 

¿Y  ahora la situación actual es básicamente la misma?

Merly: Pareciera que no pareciera: Hemos retrocedido enormemente. Ese golpe de estado en el 2009 nos retrocedió 50 años en los avances democráticos. Vino a dar al traste con todo el esfuerzo político que veníamos emprendiendo. Queremos instalar un pensamiento, una identidad de mujeres que no depende del color del partido político, aunque sí juegan un papel importante las reivindicaciones políticas de las mujeres. Es necesario fortalecer el liderazgo de las mujeres, impulsar los derechos sexuales y reproductivos, incluso la defensa del aborto. Hemos presentado una muestra de despenalización del aborto, aunque sabemos que es casi imposible por todo que nos rodea. Son contextos cada vez más difíciles, por toda esa complejidad del poder, por todos los niveles de corrupción en el gobierno. No se están viendo los intereses de la ciudadanía, ni de las mujeres, ni del país. En Honduras no hay una organización estatal que atienda al trauma de las víctimas de abuso sexual. De los casos que nosotras conocemos y defendemos, muchos quedan en la impunidad, abandonan el proceso, las familias negocian con el agresor, él les amenaza, es tan tardío el proceso, o es tan revictimizada la víctima que deciden abandonarlo. La violencia es cada vez más cruel, más grosera y se está manifestando más en Honduras. Entonces más bien sentimos que se ha agudizado la situación.

 

¿Por qué justamente en Honduras hay esa explosión de violencia tan increíble? 

Merly: Si el estado se tapa los ojos frente a un problema tan serio, se va a continuar agudizando. Hasta ahora, no hace casi nada para erradicar la violencia contra las mujeres. La impunidad manda un mensaje a los agresores. Además el Instituto Nacional de la Mujer, la institución que debe vigilar, no hace absolutamente nada, porque quien la dirige sigue la política del gobierno. Sí hay políticas públicas que protejan a las mujeres, pero no se ejercen. Aunque tenemos bastantes años trabajando para que las mujeres denuncien la violencia, reciben mensajes de la sociedad que hay que agachar la cabeza, que no debemos denunciar. De las denuncias que sí entran en el sistema judicial, alrededor de 26.000, 28.000 al año, el 54% son abandonadas en el proceso. Eso es la falla por el lado del sistema judicial. Por el otro lado está la parte cultural, de los agentes sociales, las familias, las iglesias. Hay una instalación de un pensamiento mágico religioso: “Vamos a pedirle a Dios que te resuelva que tu esposo es violento.” Vamos nadando contra la corriente, contra una corriente muy fuerte. Deconstruir el pensamiento machista y patriarcal no es una tarea fácil, ni es una tarea de 5, 10, 20 años. Es una tarea de toda la vida, porque es una cultura que está enraizada profundamente en el pensamiento hondureño.

Cristina: Además los números de femicidios son más altos en en el triángulo norte: Guatemala, Honduras y El Salvador. Somos un territorio por donde atraviesa la droga. El tráfico de drogas vuelve mucho más complicado la aplicación de políticas públicas. Las estrategias de seguridad que contempla el gobierno están orientadas a atacar el crimen organizado, pero no hay nada que de respuesta a la violencia enorme contra mujeres y que castigue. Falta el trabajo de prevención en forma de campañas masivas para cambiar ese pensamiento y la cultura machista. No existen estructuras que atienden al trauma de las mujeres. Eso lo hemos venido haciendo nosotras como organización. Las mujeres llegan y nos dicen “Verdad, que no estoy loca? Que no me ha vuelto una neurótica porque demando justicia y termino gritando en los tribunales?”

 

Con todo este entorno poco favorable para su trabajo y los retrocesos causados por el golpe de estado, ¿dónde se puede empezar a cambiar? 

Cristina: Nosotras seguimos haciendo lo mismo: movilizándonos en las calles, denunciando a través de los medios de comunicación, atendiendo a las mujeres, informando a nuestras compañeras, compartiendo con otras organizaciones. Todo este conocimiento que tenemos para el abordaje de las violencias utilizamos para formar consejeras contra la violencia. Somos una organización histórica, referente en la defensa de los derechos de las mujeres; pero no contamos con recursos, no somos el estado. Estamos haciendo el trabajo que compete al estado. Nosotras hacemos acompañamiento legal, luego atendemos la parte emocional de las mujeres de una perspectiva holística: cuerpo-mente-espíritu. También trabajamos con la terapia floral, homeopatía, técnicas de meditación e incorporamos un poco la filosofía budista.

 

¿Cómo ven el papel de la comunidad internacional en todo ese asunto? Los medios de comunicación de Europa básicamente no cubren la crisis de Centroamérica. ¿Ustedes piensan que el norte global tiene una responsabilidad para la situación? ¿Y cómo se podría ejercer?

Merly: Lo que funciona son mecanismos globales, en el caso de América la OEA, en el caso del mundo la ONU. En un espacio donde coincida Alemania con Honduras es importante preguntarle al gobierno sobre la situación y el desinterés frente a la problemática. Creo que a nuestro gobierno no le gusta que en el mundo se conozca nuestra situación. Lo único que se divulga, es que Honduras está bien, está cambiando. El gobierno divulga proyectos sociales, entre comillas, que lo que hacen es beneficiar y mantener conforme a sus activistas y generar asistencialismo y dependencia.

Cristina: Hacia afuera se construye un discurso que pretende que estén solucionando los problemas del país. Presentaron un informe diciendo que están cumpliendo con la creación de una ley de protección de defensores y defensoras, abogados y periodistas. Están creando un mecanismo de protección nacional - pero otra vez participa el Secretario de Seguridad con los entes que están reprimiendo en las calles. No les tenemos confianza. Si les decimos que Merly está amenazada por el estado, qué seguridad tengo yo? Si ellos manejan toda la información más le ponen en riesgo a Merly. Esta es la situación que estamos viviendo.

 

 

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en todo el proceso?

Cristina: El discurso apoya la élite empresarial, la élite de las iglesias y la élite militar. Es ahí donde están las alianzas del poder de Juan Orlando – y por supuesto en la cúpula de los medios de comunicación. Los medios los llamamos corporativos, porque son grandes cadenas de televisión beneficiadas por políticas del estado para no pagar impuestos, para tener acceso a recursos – hay una estrategia bien organizada, orquestada. Es una máquina que está funcionando muy bien. Entonces toda demanda que nosotras planteamos en cuestión de derechos humanos es cuestionada y criminalizada. Cualquier demanda social es señalada como acto vandálico. ¡Estamos ejerciendo nuestro derecho a la protesta!

 

Entonces el gobierno, los medios y las iglesias critican su activismo - nos imaginamos que no les sorprende. ¿Pero qué dice la sociedad civil? ¿También hay hombres a favor de sus acciones y demandas?

Merly: Tenemos muchos aliados y amigos hombres. Yo creo que en la sociedad tenemos un respeto porque somos una organización histórica. Hemos sido pioneras en colocar temas fundamentales en la opinión pública. Eso también nos ha permitido mantenernos sin sufrir ataques muy fuertes, como asesinatos. Nos hemos mantenido siempre en base de nuestros principios independiente de cual gobierno esté.

Cristina: Todo tiene su costo político. Pero es válido mantener nuestra coherencia. No importa quien sea, si es un líder de un partido de derecha o izquierda, si es un dirigente de los trabajadores, de estudiantes o un diputado. No importa quien sea – si violenta los derechos de las mujeres lo vamos a denunciar. Eso no lo logran entender los partidos políticos o los que están vinculados a la izquierda. Nos dicen que nos hemos vendido o que estamos favoreciendo a los demás. Mantener un discurso coherente ha tenido su costo pero garantiza nuestra autonomía, la independencia de decir las cosas como son, y por eso la sociedad civil nos respeta. Nos dieron el nombre de cariño las Chonas, y tienen razón: Somos mujeres quienes defienden sus derechos.

 

¿Ustedes también trabajan con la comunidad LGBTQI?

Merly: En 1989 se formó la primera organización de la comunidad de la diversidad sexual a iniciativa nuestra. Fuimos como sus madrinas, les planteamos la necesidad de organizarse porque en ese tiempo existió un estigma muy fuerte sobre ellos como portadores del VIH sida. Era una comunidad muy rechazada. Sobre todo trabajamos con un colectivo de mujeres lesbianas: Hacemos acompañamientos en materia emocional de mujeres que fueron atacadas sexualmente, a veces porque la misma familia lo quiere así. Tuvimos un caso que el cuñado había abusado de la chica como una violación de corrección. Eso era conocido por su madre y por su hermana que era esposa del tipo.

 

Para terminar, ¿cómo vivieron el asesinato de Berta Cáceres? ¿Fue un trauma, hay un antes y un después o la sociedad ya está tan cansada que es simplemente otra defensora más?

Cristina: Tuvo un impacto fuerte en la sociedad y todavía está presente. Había recibido un premio internacional como defensora de la madre tierra, entonces era muy conocida. Fue una conmoción nacional, se movilizó todo el país. Todavía los autores intelectuales no han sido detenidos. Sabemos que los tentáculos de la muerte de Berta llegan más arriba, pero la impunidad es lo cotidiano en el país. El acceso a la justicia no existe para la mayoría en el país. Incluso el año pasado un docente de un instituto del sistema público del país fue despedido porque sus estudiantes elaboraron un mural donde contaban la vida de ella. El ministro de educación se molestó tanto que pidió que lo despidieran. Berta Cáceres es famosa, se convirtió en un símbolo de lucha.

 

Nora Schramm y Sonja Hofmann son redactoras de matices.

 

En una manifestación de Visitación Padilla se ve una cita de Gladys Lanza.