Apatridia en el Caribe

Como el estado dominicano quita la nacionalidad e identidad a sus inmigrantes haitianos

Kilómetros de playas paradisíacas en el corazón del Caribe. Hermosos paisajes y arquitectura colonial. Ritmos de merengue y de bachata, con un traguito de ron. Esas son las imágenes que muchos tienen en la mente cuando escuchan hablar de la República Dominicana, una nación que comparte con Haití la isla de Hispaniola, entre Cuba, Jamaica y Puerto Rico.

por Robin Guittard

Sin embargo, en los últimos años la República Dominicana ha llegado a los titulares de la prensa internacional por un legado mucho más oscuro. Hoy en día el país tiene el triste récord de acoger la población de personas apátridas más grande de América, y una de las más importantes a nivel mundial. Esa situación no es el resultado de factores externos, ni es casualidad. En las últimas décadas, las élites dominicanas se han concentrado en diseñar un laberinto burocrático y jurídico para dejar fuera del goce efectivo de la nacionalidad dominicana a un número cada vez más importante de individuos nacidos en el país.

 

Una sentencia con impacto crucial

Un dramático escalón pasó en 2013 cuando el Tribunal Constitucional de República Dominicana, la corte más alta de la nación, emitió su sentencia TC 168-13. Conocida desde entonces como "la sentencia" por su infame impacto en la vida de decenas de miles de personas, cuya consecuencia era la desnacionalización de comunidades de la sociedad dominicana y enviarles a los limbos de la apatridia.

Apatridia significa no contar con ninguna nacionalidad - una persona apátrida no es reconocida por ningún país como su nacional: Legalmente no existe. No tiene personalidad jurídica y se encuentra privada de sus derechos humanos más básicos. En República Dominicana, las personas apátridas no tienen acceso a documentos de identidad, y sin ellos enfrentan trabas para estudiar o para ser atendidas por un médico. No pueden trabajar en el sector formal por lo cual se mantienen en la pobreza y la marginalidad. No es posible casarse ni declarar el nacimiento de sus hijos - entonces la siguiente generación ya nace apátrida. Su libertad de movimiento es restringida porque corren el riesgo de ser detenidas y expulsadas del único país que conocen. Aún menos pueden viajar al extranjero.

 

Una historia de migración 

Las personas apátridas en República Dominicana tienen en común su ascendencia haitiana. Desde la mitad del siglo XX, el Estado Dominicano firmó contratos con el Estado Haitiano para transferir mano de obra haitiana barata a la parte oriental de la isla. Miles de haitianos y sus familias fueron enviados a los campos de azúcar dominicanos. Vivían en bateyes, asentamientos rurales aislados de la sociedad dominicana.

A finales de los 80, la economía azucarera mundial enfrentó una de sus peores crisis. Las transferencias de trabajadores haitianos hacia República Dominicana se detuvieron. Sin embargo, después de varias décadas de vida ahí, muchas familias haitianas decidieron permanecer. Cada vez más salieron de los bateyes y se establecieron en las ciudades, trabajando en el dinámico sector de la construcción o en turismo. Tuvieron hijos en República Dominicana, y las autoridades dominicanas los declararon como nacionales dominicanos. Iban a la escuela, aprendían el español y fueron aculturados como dominicanos.

Pero durante los 90, sectores nacionalistas empezaron a promover un concepto cada vez más restrictivo de la nacionalidad con el objetivo de negar la identidad dominicana a los descendientes de haitianos en base a criterios racistas. Para lograr eso podían respaldarse en la construcción de una identidad nacional, que desde la independencia del país en el siglo XIX fue desarrollada en oposición a Haití. Los treinta años de la dictadura brutal de Rafael Leonidas Trujillo incentivó conceptos en los dominicanos que estilizan el haitiano como enemigo, y que la nación dominicana tenía que protegerse del vecino occidental.

 

Reacciones a la política de República Dominicana

La sentencia del 2013 tuvo por consecuencia la privación arbitraria del derecho a la nacionalidad dominicana de miles de personas. La decisión impactó cuatro generaciones de dominicanos, rayando del mapa hasta personas nacidas desde 1929. No solamente fue un escándalo, pero también una de las peores crisis de derechos humanos en el Caribe contemporáneo. La situación creó un escándalo que captó atención también fuera del caribe, siendo criticado por varias instituciones a nivel internacional. Asi por ejemplo el CARICOM suspendió el proceso de accesión de República Dominicana a la organización regional. ACNUR reconoce República Dominicana como el país de América con la población más grande de personas apátridas. La Corte Internacional de Derechos Humanos después de una visita de emergencia a finales de 2013, emitió un informe criticando fuertemente la discriminación racial en el país y pidió al estado dominicano devolver la nacionalidad a las personas afectadas. En 2014, la Corte Internacional de Derechos Humanos condenó nuevamente a República Dominicana por su política de desnacionalización de personas dominicanas de ascendencia haitiana. Las autoridades dominicanas se vieron forzadas en actuar, por lo cual se aprobó una ley para solucionar la situación en ese mismo año. Sin embargo, una clara falta de voluntad política y una implementación inefectiva de la ley dejó a decenas de miles de personas fuera de su alcance. En la víspera de los cinco años de la sentencia, la mayoría de los dominicanos de ascendencia haitiana afectados todavía no sabe como recuperar su nacionalidad, y junto a ella sus vidas. Entre otras razones, porque el poder de las fuerzas nacionalistas dominicanas impide que el país acate las recomendaciones internacionales.

Hoy en día existen movimientos sociales de dominicanos de ascendencia haitiana que se movilizan para recuperar su nacionalidad - en un contexto que suele presentarlos como “haitianos que pretenden tener la nacionalidad dominicana”. Es una situación compleja, que urgentemente demanda una solución para las personas afectadas al devolver su nacionalidad perdida, sino, República Dominicana  enfrentará un futuro complicado con una población de personas apátridas cada vez más grande creando posibles problemas sociales importantes al país.

 

Un conflicto con raíces profundas 

Entonces, ¿quién saca provecho de esas miserias humanas? Sin duda hay sectores empresariales en República Dominicana que se aprovechan de la mano de obra indocumentada tanto haitiana como dominicana de ascendencia haitiana: Sobre todo los sectores de agricultura y construcción benefician de los trabajadores indocumentados. Pero más allá del provecho de la situación, hay una explicación menos racional que tiene que ver con la historia de la isla. Haití se independizó en 1804, después de una guerra de esclavos contra el imperio francés de Napoleón. Luego fueron a liberar la parte oriental de la isla bajo dominio español - la primera independencia dominicana. Pero los haitianos se quedaron, lo cual se percibió como otra ocupación. Tardó 22 años más para la segunda independencia dominicana. Hoy en día la fiesta nacional dominicana conmemora esta segunda independencia de Haití - no la de España. En el siglo XX se construyó una identidad dominicana en oposición a Haití. Hasta hoy en día, muchos dominicanos se ven opuestos a los haitianos. Se glorifica la herencia europea del dominicano, en oposición a la identidad afrodescendiente de los haitianos. La cultura cristiana se pone encima a la práctica del vudú de los haitianos. Se niega la identidad negra afro-dominicana, porque allá, "el negro es el haitiano."

En una época en la cual posturas en contra de personas migrantes y refugiadas se vuelven cada vez más hostiles, la realidad dominicana es un recordatorio brutal que a solamente dos horas en avión de Miami, el color de piel y el origen de los padres influyen de manera crucial la vida individual y de la comunidad. Sobre todo en una región como el Caribe, siendo testigo de varios de los horrores más despreciables de la humanidad, como colonización, genocidios y esclavitud, surge la pregunta: ¿Cómo se puede permitir en pleno siglo XXI la negación de una identidad? El peligro para el futuro de la sociedad dominicana es grande y la mayoría de los élites del país no está dispuesta a verlo. ¿Dónde está el interés de República Dominicana en mantener en la marginalidad y la exclusión a un grupo cada vez más grande de personas que no pueden estudiar, no pueden acceder a la salud, corren riesgo de ser víctimas de trata y tráfico, y no tienen esperanza alguna de poder avanzar en sus vidas? A pesar de ser una región donde las migraciones humanas son las fundaciones de sus sociedades (los pueblos nativos fueron exterminados con la colonización europea), la crisis de apatridia en República Dominicana nos recuerda que en el Caribe existen grandes desafíos a raíz de las migraciones y la falta de integración de sus descendientes.

 

Robin Guittard es campaigner del equipo del Caribe de Amnistía Internacional Americas