Dando voz a les participantes de la protesta social

por Sophia La Mela y Luzie Schwarz

Protestas en Chile
(c) Eduardo Arenas

Desde octubre de 2019 una gran mayoría de la población chilena está manifestándose masiva y enérgicamente a diario contra el gobierno del presidente Sebastián Piñera. Todo empezó con el anuncio del incremento de tarifas de transporte público en Santiago el cuatro de dicho mes. Como para hacerse una idea: más de la mitad de los ciudadanes chilenes ganan menos que 400.000 Pesos al mes (~500€) y, en Santiago, un cuarto de este ingreso promedio se gasta en movilidad. Lo que no esperó el gobierno chileno era que el malestar social rápidamente se convirtiera en una protesta contra el sistema neoliberal y las injusticias existentes en el país.

Pocas semanas después del anuncio de estudiantes de secundaria de “Evadir, no pagar, otra forma de luchar”, muchos empiezan a viajar sin billete y a manifestarse en las estaciones de metro. Las manifestaciones se vuelven masivas y también hay disturbios. Unes manifestantes encienden buses, metros y estaciones. Las protestas se agravan. De repente hay millones de personas en las calles. El gobierno reacciona con represión: el presidente Piñera declara el estado de emergencia y toque de queda primero en Santiago y muy poco después en muchas otras ciudades (como en Valparaíso, Talca, La Serena y Concepción). Miles de militares salen a las calles tirando gases lacrimógenos y disparando con perdigones de “plástico” a manifestantes. A pesar de ello, las generaciones más jóvenes animan a levantarse y no dejar de estar presente en las calles. “Chile despertó” se lee en todo el país y en el extranjero. La última vez que se vivió una situación similar con los militares en las calles fue en tiempos de dictadura bajo el general Pinochet. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable que no respeta a nadie ni a nada y quién está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin límites”, dice Piñera. Rápidamente se difunde la respuesta del pueblo en las redes sociales y en las calles: “No estamos en guerra.”

El Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile (INDH Chile) está documentando las violaciones a los derechos humanos que se están viendo en el país. Según un reporte del INDH Chile, al final del año 2019 hubo 3.583 personas heridas y 1.549 vulneraciones de violencia sexual denunciadas, torturas, entre otros. Aunque es difícil de nombrar cifras por el hecho de que no todas las violaciones, torturas u homicidios han sido denunciadas o documentadas por razones varias.

Lo que el pueblo chileno ahora exige es principalmente una nueva constitución porque la actual fue creado en 1980 durante los años de dictadura. Chile es uno de los países más neoliberales, todo es privatizado. La educación, el sistema de salud, las pensiones e incluso el agua (algo único a nivel mundial). Todo está en las manos de algunos pocos empresarios. Una vida sin deudas y preocupaciones financieras sólo es posible para una pequeña élite. Chile sería uno de los países con la desigualdad más alta a nivel mundial.

Para saber cómo la gente chilena, en diferentes lugares del largo país, vivió estos últimos meses hemos recolectado opiniones, emociones y sentimientos sobre lo ocurrido. Así, le cedemos el espacio a les propies actores del movimiento. 

Protestas en Chile
(c) Eduardo Arenas

La represión no ha terminado. Todos los días hay reportes y vídeos de policías violentos con adultes, jóvenes y niñes.

Alexis Castro Alvear (29), Actor, Talca

Estos días los he vivido en la lucha, marchando y combatiendo. Siempre he vivido en una población que es marginada, de escasos recursos en donde yo pude salir de lo que conlleva a vivir en una población o villa vulnerable entonces me entra la rebeldía y lo único que tenemos son piedras para manifestar nuestro odio ante el sistema corrompido. Cuando salieron los militares toda mi población estaba combatiendo con piedras a los policías y militares que llegaban, pues acá hay muchos marginados sin nada que hacer y resulta triste porque es lo único que pueden hacer, no tienen nada que perder. Dicen que se sienten vivos y que ya no están solos. Así vivo estos días con llantos alegrías, con rabia, pero me siento más vivo que nunca.

Siempre supe que la historia que me enseñaron en el colegio era una mentira, eso lo decían los padres, los hermanos hasta algunos profesores que banco mucho y todavía recuerdo: “No les puedo enseñar la historia como quieren, porque está planificado por el Ministerio.” En ese momento pensé, nos quieren enseñar lo que ellos quieren olvidándonos de nuestro pasado, esa era la madre del cordero. Desde hace más de 200 años una élite oligárquica se ve superada por el pueblo y saca fuerzas especiales reprimiéndonos. Hay una historia antigua en donde unos trabajadores salitreros de Santa María exigían en una huelga un colegio, ellos querían aprender, pero a los demás no les convenía así que la oligarquía eliminó a más de 2000 trabajadores. No son 100 ni 500 son 2000 personas que exigían educación, eso me aterra y así muchas matanzas más. Aquí yo paso frío en el invierno. Gracias a la vida no me muero de hambre, pero hay muchos que no tienen nada, mientras la burguesía chilena aprende tres idiomas, viaja por el mundo a conocer nuevos negocios. Es algo que me parece muy injusto, mi madre se preocupa a diario, la cosa está cruel, tanto que nos están investigando por manifestarnos. Mis manifestaciones no son del todo pacíficas, porque si tengo que ir a quemar a la A.F.P. que me ha robado toda una vida, lo voy a hacer, si tengo que cerrar todas las calles lo voy a hacer, si tienen que matarme que lo hagan, yo no tengo miedo. Crecí en un gueto peligroso, y a la policía siempre la odié, desde pequeño cuando jugaba en un campo y me echaban de ese lugar sólo por satisfacción propia porque era un niño y tenía miedo, ya no lo tengo. Resulta curioso que la mayoría de los detenidos y combatientes de primera línea son del Sename, pues ahí volvemos a lo mismo, si ellos fueron violentos toda la vida que se espera ahora, a esta generación sin miedo. 

Catalina Salazar (32), Politóloga, Talca

Los primeros días de militares en la calle los viví con miedo porque soy de una generación mayor a los secundarios. Sin embargo, me dio gran orgullo saber que los jóvenes no le tenían miedo y desafiaban a los militares. Ese fue el avance histórico más grande que hemos tenido como pueblo, porque sabemos que intentaron sacar a los militares para reprimir el estallido social y no pudieron, al contrario. Por otra parte, me sentí muy avergonzada de que el mismo pueblo asesine al pueblo, haya participado en montajes, haya reprimido y violado, ya que los „de arriba“ nunca se manchan las manos, y también al ver todas las mentiras. De hecho aún no sabemos quién quemó el metro, y cómo una persona o un grupo de civiles pudo haber quemado más de 10 estaciones de metro simultáneas, si éstas estaban cerradas.

Durante esos días me preocupaba de difundir las atrocidades, llamar a que la gente se cuide y resistir, para que los militares se fueran lo antes posible, aunque ahora ya no están pero está Carabineros, una institución corrupta y podrida. 

Pienso que esta crisis es mundial, y que son las comunidades las que deben ser protagonistas de nuestros tiempos. Siento que lo mejor han sido las ollas comunes, la solidaridad y la gran valentía y moral que ha mostrado todo el pueblo chileno. Sé que el 80% apoya esto, quizás no todas las formas, pero sí apoyan la causa, y creo que Chile pasará a la historia como el pueblo desarmado que desafió a los militares y al neoliberalismo más crudo. Siento que hay que pujar por una sociedad nueva donde los territorios vivamos en armonía, libres y disfrutando. Creo que avanzar hacia un socialismo sería insuficiente, ya que es una fórmula que no responde a la crisis, y también probamos que el neoliberalismo solo trae sufrimiento. He apoyado en cada cabildo que he estado, hemos hecho comidas comunitarias con vecinos, cabildos por el agua y hemos ido a buscar a los chicos que están en las comisarías. Admiro a la juventud chilena que quizás no tiene conocimientos, pero sabe perfectamente lo que es en Chile vivir con pensiones de miseria, morir esperando una salud digna y vivir siempre en un modelo individualista. 

Luis Herrera (38), Lingüista Escritor, Litoral Sur, V Región

Los días en que los militares estuvieron en las calles intensificaron las sensaciones ya provocadas por el solo actuar de carabineros: represión, violencia, autoritarismo, arbitrariedad y desproporción. La diferencia estuvo en el toque de queda, ahí la sensación es ya de un miedo visceral. Además, las FFAA no cumplieron los protocolos establecidos en un estado de emergencia y toque de queda, sino que básicamente salieron a reprimir brutalmente. Cientos de videos se difundieron en esas semanas, describiendo violencia, salvajismo, abusos y atropello a los derechos huma- nos. Yo viví en dictadura, y tengo memoria de los últimos toques de queda en los años 80 y mi memoria está ahí, ya preparada o recordando la experiencia. Además, para el terremoto del 2010, ya conocía los toque de queda. No obstante, como la soberanía popular -que es lo que está en juego en estos momentos- es la defensa del movimiento social, varias veces me fui a manifestar durante el toque de queda, hasta que nos lanzaban bombas lacrimógenas. Manifestábamos la ilegitimidad del actuar opresivo, no respetando una norma autoritaria, antidemocrática y arcaica. En este momento, la discusión se ha concentrado en el tema constitucional: el parlamento ha acordado un proceso constituyente que yo llamaría controlado o determinado desde el partidismo político, la clase política y no desde la soberanía popular: plazos, mecanismos a discutir, nombres, etc. definidos por la clase política y no impuestas por el poder popular. Si bien el avance es importante (los políticos están respondiendo a lo que demandamos) el juego de ellos sigue con sus prácticas viciadas: una clase política y una clase ciudadana, una clase dominante y una clase dominada, aunque esto suene caricaturesco. El tema de establecer, finalmente, qué es el pueblo, es un eufemismo complejo e intrincado, dado que la derecha neoliberal también ha creado un pueblo con ciertas características, establecidas incluso desde la constitución: hegemonía del mundo privado, creación de consumistas, „sociedad normal“, pasiva, obediente. También hay una parte del pueblo, no alienada que va en búsqueda de la recuperación de la soberanía y los derechos sociales. En tal caso, ambos pueblos están movilizados, pero, desgraciadamente, el primer grupo también ha dado origen a mucho vandalismo, mezclado caóticamente con la infiltración de los carabineros, para desestabilizar el movimiento. 

José Luis Medina (60), Sociólogo, Santiago de Chile

Los días de milicos en la calle los viví cautelosamente y con mucha emoción. Participé de manifestaciones multitudinarias que se multiplicaron por la ciudad sin respeto por la represión. Pude reunirme a compartir impresiones con mis compañeres de siempre y acordar una actitud y claro, sentí impotencia de ver a los milicos y pacos masacrar sin miramiento. Me recorre el odio, pero eso es de antes. Me enamoré nuevamente de les chilenes en las calles y me ilusiono como la primera vez. Esos días me recogí con el toque de queda a las 19 o 20 horas pegado a las noticias.

No hemos dejado de sorprendernos de la magnitud de esta insurrección hasta ahora desarmada. Le dedico tiempo a escuchar, recoger información, levantar hipótesis, leer noticias del mundo... La semana pasada comenzamos el proyecto, donde trabajo en la población Yungay, pero como no hay normalidad, estamos aprovechando de trabajar en el apresto como equipo. La movilización no es regular y meterse a la pobla en estos días no es fácil.

Desde acá hasta Plaza Baquedano, todos los días hay hueveo. En las tardes marchas en dirección a Plaza Italia, en la noche barricadas y escopetazos. Todas las murallas rayadas deseándole la muerte a los pacos. 

(c) Eduardo Arenas
(c) Eduardo Arenas

Arte como forma de protesta. La escena de teatro en Talca reacciona a la situación actual y lleva el teatro a las calles. 

Viviana Cuevas (30), politóloga, Santiago de Chile

Los días que estuvieron los militares en la calle sentí mucho miedo y angustia, imaginaba toda la época oscura de la dictadura, se volvía a repetir. Era inconcebible ver militares con fusiles en contra de un pueblo que estaba con una olla y cuchara exigiendo justicia por los años de una vida precarizada.

Como te dije tenía mucho miedo, porque por un lado los medios de comunicación desinformaban sobre lo que estaba aconteciendo: no mostraban las desapariciones, las torturas, violaciones y otros abusos que las redes sociales visibilizaban, si no hubiese sido por eso la represión habría sido mucho peor.

Además, había toque de queda, yo salí todos los días a manifestarme, pero claro siempre estaba el miedo, ya que no sabías cómo iban a reaccionar, había un ambiente de impunidad sobre sus acciones.

Frente al abuso de poder por parte del gobierno y los aparatos del Estado, las mejores respuestas que encontré fue la organización territorial, armar asambleas con vecinos y vecinas que estaban sintiendo lo mismo, es empezar a formar tejido social, cuestión que la dictadura nos quitó.

Vivir en una sociedad individualista, que con este despertar nos exige organizarnos, hablarnos sobre las injusticias sociales, y cómo podemos luchar y aportar desde los territorios un Chile más justo e igualitario.

Siento esperanza.

Pedro Fuentes (31), Actor, Talca

Ver a los militares en la calle fue viajar en el tiempo, una especie de realidad alterna en donde la democracia o el plebiscito del SI y el NO del año 1988 nunca hubieran ocurrido en Chile. Lo lamentable es que, gracias a la respuesta paupérrima y burlesca por parte del gobierno de “turno” a las demandas de la ciudadanía chilena, uno se da cuenta que la realidad alterna era la que vivíamos hace algunos meses atrás, y que el plebiscito del SI y el No para sacar a Pinochet del mando fue otra burla más hacia las clases sociales más bajas de Chile. La dictadura militar chilena nunca terminó.

En estos días fui a protestar y manifestarme sin miedo, intentando a través del arte decirle a la gente que no estamos en guerra, que no hay que temer a exigir dignidad para vivir, que es nuestra responsabilidad como generación sin miedo (los que nacimos después del año 1988) de exigir y hacer justicia por nuestros abuelos, abuelas, padres y madres que fueron explotados y engañados por la dictadura democrática, y por nuestros hijos e hijas para que no sufran como sus abuelos y abuelas. Pero todo lo anterior se ve opacado por el manejo de información por parte de la televisión que lo único que hace es dividirnos como movimiento social. “Divide y vencerás”, por suerte para nosotros ahora existe Internet. Se metieron con la generación equivocada.

Cuando el empresariado y el estado son lo mismo, las personas perdemos la libertad como ciudadanos y sin derecho a la justicia. Lo único que puede salvarnos de esta situación son los ojos internacionales a quienes este conflicto les debiera importar más de lo que han demostrado. Cualquier persona en el mundo que está preocupada por la crisis climática que vivimos actualmente en nuestro planeta debiera poner mucha atención en lo que está pasando en América Latina, ya que no se está luchando solamente contra una clase política, sino que contra un sistema económico que lo único que ha hecho es explotar tanto a las personas como a los recursos naturales del planeta de todos. Es por eso que creo que ésta es quizás la última oportunidad para salvar a nuestro mundo de la crisis climática, por lo tanto, podríamos estar a puertas de una guerra verdaderamente mundial, no como las llamadas eurocéntricamente 1ra y 2da Guerras Mundiales, esta no será entre países ni modelos económicos, sino que, entre clases, por lo tanto, todos estaremos o estamos involucrados directamente. Pero a diferencia de 1914 y de 1939, hoy existe internet y gracias a eso todos tendremos y tenemos la oportunidad y el deber de estar en primera línea ocupando como arma la información, “información es poder”. Ya no basta con abrazar árboles ni marchar por Chile por Les Champs Élysées. 

Sophia La Mela y Luzie Schwarz son redactoras de matices.