Pelo malo

Percepción del cabello afro y su función emancipadora

La marginalización cultural y el racismo se expresan, entre otros, a través de la valoración del cabello. Mujeres con el cabello afro enfrentan una difícil realidad en varios países latinoamericanos: la presión social de corresponder a un ideal de pelo alisado y negar la propia naturaleza. El movimiento “naturalhair”, en cambio, enfatiza la naturaleza y belleza del cabello afro. Nuestra redactora Yanelvis Hechavarria Duret relata sus propia historia del cabello - desde usar el peine caliente hasta volverse naturalista.

por Yanelvis Hechavarria Duret 

La primera vez que me alisaron el pelo fue a los cinco años. Mi mamá me llevó a la peluquería para que me pasaran el “peine caliente”- una tecnología bastante anticuada para la época, pero la única accesible en los 90s, en pleno Período Especial, la depresión económica que causó en Cuba la caída de la Unión Soviética. Me estuve muy tranquila para que la peluquera no me quemara y el resultado fuera perfecto, pues yo quería que por fin me pudieran hacer el peinado de Selena, la cantante mexicana que para entonces conquistaba al público latinoamericano. Apenas acabado el alisado, me sentí otra y mucho mayor fue mi alegría cuando al llegar a la casa mis familiares me elogiaron diciendo: “¡Pareces blanca, parece que tienes el pelo bueno de verdad!”. A los nueve años, el alisado temporal del peine ya no era suficiente para lucir peinados bonitos. Acudimos entonces al “desrizado”, un cóctel químico sumamente dañino que se aplica en todo el cabello para obtener un resultado liso permanente. Desde entonces me convertí en esclava de mi pelo, ya que había que hacer todo lo posible por mejorar mi “pelo malo”. Así transcurrió más de la mitad de mi vida. Nunca me parecieron extrañas expresiones peyorativas sobre mi pelo, ni cuestioné a las personas que decían que debía casarme con un blanco para que mis hijas no tuvieran el “pelo malo” como yo. Esas ideas tan arraigadas en el pensamiento popular Cubano, me acompañaron fielmente durante mucho tiempo. Recuerdo muchas ocasiones en las que jugaba con mis primas a ser blancas de pelo lacio y nos atábamos toallas largas a la cabeza para moverlas como pelo de un lado a otro. Las ocasiones en las que dejé pasar por alto o sin percibir como tales,  comentarios racistas y ofensivos relacionados con mi cabello son incontables. Cuando decidí librarme de todo lo químico y artificial que cubría mi cuero cabelludo y dejar mi pelo crecer en su forma más natural, me enfrenté a las reacciones más diversas por parte de extraños y conocidos. Asombro, encanto, rechazo. Me costó mucho aceptar mi cabello como es y llevarlo con dignidad, como lo hago. No obstante, hoy en día, aún tengo que explicarles a varias personas el porqué de mi decisión y lidiar con reacciones negativas.

 

La percepción del cabello crespo,rizado y afro

 

Lo que parece una anécdota muy personal y aislada, es la realidad que vive la mayoría de las mujeres y niñas negras en Latinoamérica, los Estados Unidos y África.  Desde muy pequeñas les enseñan que el cabello afro no luce tan estético como el de personas blancas y según van creciendo, aprenden nuevas técnicas y trucos para “blanquear” su cabello natural. Es tal la importancia social del cabello,  que el discurso de raza e igualdad y el discurso sobre cabello van casi siempre de la mano. En Cuba, por ejemplo, la textura del cabello es un factor esencial para determinar el color de la piel de una persona. Es decir, una persona de piel oscura con cabello liso es llamada “trigueña” o “india”. Personas de piel clara con cabello afro son llamadas “jabadas”.  También se encuentran muy perpetuados en el lenguage varios términos de clasificación para el pelo crespo. El término más común es “pelo malo” (“cabelo ruim” en Brasil; “bad hair” en EE.UU). Existen dos elementos principales que llevan a este término ofensivo, pues pese a su arraigo lingüístico, no deja de serlo. Por un lado, este tipo de cabello es propio de personas de ascendencia africana, cuyos antepasados fueron marginalizados, excluidos y discriminados desde su llegada a las Américas, lo cual ha dado pie a todo tipo de palabras y frases insultadoras hacia ellos. Por otro lado está su textura gruesa y encrespada con hebras bastante resecas, que lo hacen difícil de manejar. A diferencia del cabello lacio, el crespo crece con más dificultad, ya que puede llegar a ser muy quebradizo. La imagen de la mujer de pelo largo que cae con suavidad hasta la cintura sigue siendo hoy uno de los principales patrones estéticos, por lo cual mujeres de cabello afro fueron privadas hasta hace muy pocos años de cualquier protagonismo estético. Telenovelas, certámenes de belleza, películas, revistas y comerciales en Latinoamérica hicieron prácticamente invisible la existencia del cabello afro y sólo alisados, extensiones o pelucas le abrieron las puertas a mujeres negras hacia el mundo de los medios. No obstante a que cada vez más mujeres se atreven a dejarse su pelo natural y en medios comerciales ya no sea nada raro ver un afro, muchas personas, tanto negras como blancas, siguen considerando feo o de mal gusto el pelo afro natural. A las mujeres con cabello natural se les atribuye malas características como falta de higiene, poca feminidad y a veces hasta son culpadas las madres por no enseñar a sus hijas a cuidar su cabello adecuadamente, lo que no es otra cosa que alisarlo. En muchos centros de trabajo el alisado es obligatorio o la textura del cabello y su forma de llevarlo pueden representar un obstáculo a la hora de conseguir un empleo. Desde muy temprana edad la sociedad les inculca un sentimiento de inferioridad cuando se trata de su pelo, haciéndoles creer que su cabello no debe ser llevado suelto porque parece una escoba vieja o es duro como alambre y no se mueve. Estas cosas suceden sin excepción en todos los países latinos con alta población afrodescendiente. Si bien hay casos de familias y comunidades en las cuales se transmiten la acepción y el respeto hacia el propio cabello sin aspirar a tenerlo liso por miedo a consecuencias sociales, una mayoría continúa renegando de uno de los elementos más visibles de la herencia de la diáspora africana en el continente Americano.

 

La primavera del cabello Crespo

 

En los últimos años el cabello natural ha tenido un renacimiento. No alisarse el cabello afro se ha convertido en un movimiento que se hace cada vez más fuerte y va más allá de niveles estéticos. Más que un accesorio natural, el afro es símbolo de rebeldía, del feminismo negro y de la lucha contra el racismo. No es la primera vez que personas, sobre todo mujeres negras, usan su pelo como herramienta política. Ya en los años sesentas del siglo pasado, a través del movimiento Black Panther, mujeres emblemáticas como Angela Davis usaron su cabello como forma de protesta ante la supremacía blanca. Los países latinoamericanos no tardaron en tomar el ejemplo y para los años   setentas, muchas mujeres negras descubrieron por primera vez la belleza de su pelo natural. En la actualidad, gracias a las redes sociales y el internet, la moda del cabello afro ha logrado esparcirse rápidamente y son cada vez más las naturalistas. Mientras algunas quieren demostrar con su cabello que no se dejan doblegar por patrones de belleza eurocentristas, otras pretenden expresar el orgullo que sienten por sus raíces africanas y rendir tributo a sus antepasados. También están las que simplemente ven el lado estético y se sienten alentadas por la creciente visibilidad del cabello afro en los medios. Por muy variados los motivos, lo cierto es que detrás de cada melena encrespada se esconde una historia para contar.  En algunos países los avances son más rápidos que en otros. En Cuba, el movimiento se difunde lentamente, dado a la poca accesibilidad al internet y redes sociales. En Brasil y EE.UU se ha desatado una verdadera revolución del cabello afro. Mujeres negras ya no quieren esconderse bajo un cabello lacio artificial, luchan contra términos ofensivos y se brindan apoyo las unas a las otras para desafiar y reinventar los valores estéticos. 

 

#naturalhair

 

Hace algunos años, cuando me tomé una foto para subirla a Instagram usando el hashtag “naturalhair”, alguien me preguntó en tono de burla por qué era importante especificar que mi cabello era natural. Por un segundo yo también me lo pregunté. Pero luego me vinieron a la mente todas esas niñas negras que al igual que yo, crecen sintiendo vergüenza de su cabello y sueñan con una cabellera larga y lisa. Bajo el hashtag “naturalhair” se encuentran en Instagram casi diecisiete millones de publicaciones de mujeres negras luciendo un afro, trenzas, dreadlocks y turbantes. Mostrando con orgullo su cabello natural y dándoles consejos a otras de como cuidarlo y mantenerlo. Son incontables los canales de YouTube sobre cabello afro en todas sus variedades. Se pueden aprender nuevos peinados y técnicas para que crezca sano y con fuerza. Muchas hablan también sobre el proceso de transformación y hasta qué grado ese cambio físico representó también un cambio emocional. Éste movimiento, que también es lucha, apenas comienza y según va creciendo, aparecen nuevos temas a ser abordados. Entre ellos el racismo positivo y la fascinación que causa un afro. Que mujer con afro no ha escuchado la pregunta: “¿lo puedo tocar?” como si se tratara de un tejido exótico. El término “apropiación cultural” ya ha causado diversas polémicas y ha sido malentendido en muchas ocasiones. Las personas que más escriben y debaten sobre este tema altamente complejo, denuncian en el caso del cabello, en primer lugar, que elementos traídos de África o desarrollados en América por sus descendientes, como trenzas, ciertos amarres de turbantes y otros peinados sean categorizados como sucios, feos o marginales cuando los lleva un negro, pero a su vez elogiados cuando un blanco se apropia de ellos y los adapta a su entorno. Otro tema interesante es la militancia de algunas naturalistas que juzgan a toda mujer negra que se niega a dejarse el cabello natural. No es secreto que muchas mujeres se alisan el cabello o usan extensiones por presión social o porque su autoestima ha sido oprimida por los medios y ciertos estereotipos. Sin embargo, hay mujeres a las que simplemente les parece cómodo y bonito llevar el cabello liso, sin sentir ningún tipo de opresión. Las mujeres de todas las etnias, colores y con todo tipo de textura capilar desarrollan preferencias estilísticas y cada cual tiene la libertad de vivir su propio estilo. En el caso de las mujeres negras la cuestión no es si su cabello es natural o no, sino el porqué. Está bien alisarse el cabello por gusto propio pero no por miedo a consecuencias sociales y racismo. Por eso el hashtag “naturalhair” es importante. De esta forma las mujeres negras de todo el mundo se apoyan y se demuestran mutuamente que el cabello que ha sido denigrado y ofendido durante tanto tiempo, también tiene su lugar a todos los niveles de la sociedad.

 

 

 

Yanelvis Hechavarria Duret es redactora de matices.