¿El salvavidas para Chile?

Libre Comercio con Europa

por Rodrigo Silva C.

Todos los sectores de la sociedad chilena celebraron la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la Unión Europea y Chile. Fue el gran éxito de la política exterior de Chile en abril de 2002 luego de 3 años de complicadas negociaciones. El optimismo aún persiste; sin embargo, expertos chilenos en el tema advierten que aún queda un largo camino por recorrer y la tarea no es fácil. Más aún, para experimentar un progreso real en el país será necesario aplicar drásticos cambios a las actuales políticas económicas, sociales y medio ambientales.

 

El acuerdo entre Chile y la Unión Europea significó el termino de una prolongada época de distanciamiento entre ambas partes, y el comienzo de un nuevo marco de relaciones entre el viejo continente y uno de los países del tercer mundo con más potencialidades.

 

Si bien Chile le debe gran parte de su desarrollo como nación a la influencia de colonias europeas asentadas a lo largo de todo el país, los últimos 30 años estuvieron marcados por diferencias políticas debido al gobierno militar que se instaló en el palacio de La Moneda en septiembre de 1973. Con el retorno de las elecciones democráticas, en 1989, los principales sectores políticos y sociales del Chile unieron sus esfuerzos y apostaron por la apertura internacional, el estrechamiento de lazos diplomáticos con varios países industrializados y la diversificación de la actividad productiva nacional.

 

El acuerdo está fundamentado en dos grandes áreas: diálogo político y cooperación económica. No obstante, los alcances del tratado implican mucho más.

 

Acercamiento político

 

La dimensión política del Tratado incluye, aparte de la insitucionalización de un diálogo político, una especial preocupación por el contexto internacional común, la búsqueda de un nuevo multilateralismo, y una cláusula democrática. Ésta última, aunque no es nueva en acuerdos multinacionales, posee un especial significado para Chile y Europa, puesto que suspende los efectos del TLC en caso de que en alguna de las partes se produzca una ruptura del orden democrático constitucional, o la violación sistemática de los derechos humanos.

 

El senador socialista Ricardo Núñez presidió la comisión parlamentaria chilena que estudió a fondo el contenido del Tratado antes de su aprobación en el Congreso Nacional. Para él, esta cláusula puede funcionar como un incentivo para agilizar los procesos pendientes de violaciones a los derechos humanos que todavía descansan en los tribunales de Chile y, más aún, obliga a no apoyar los golpes de Estado ni los atropellos humanitarios en otros países del mundo.

 

Incluso este elemento del diálogo político habría sido muy útil durante los últimos eventos ocurridos en el Medio Oriente. El senador Núñez aseguró que “si hubiese existido esta institucionalización del diálogo político antes, habríamos podido sostener una posición en común y más fuerte respecto de la invasión norteamericana a Irak, teniendo en cuenta que Chile pertenece todavía al consejo de seguridad de las Naciones Unidas (ONU)”. Por otra parte, el senador declaró que uno de los intereses del gobierno del Presidente Ricardo Lagos es tener aliados en Europa para poner en marcha planes comunes, como leyes medioambientales basadas en un intercambio legislativo y tecnológico.

 

Este acercamiento no responde a una política exterior reciente. “Históricamente Chile y Europa han tenido vínculos culturales más estrechos que con los Estados Unidos (el otro gran socio del país sudamericano). Los movimientos políticos, intelectuales y artísticos que han dirigido el camino de Chile a lo largo de su historia republicana han estado fuertemente influenciados por las corrientes progresistas del viejo continente, al menos desde mediados del siglo XVIII”, aseguró el senador socialista. Sólo en los últimos 25 años el gobierno chileno ha apostado por formar a sus líderes en los centros académicos de Estados Unidos. De hecho, quienes fueron los responsables de construir el sistema macroeconómico que ha imperado en Chile desde mediados de los 70 fueron enviados por el gobierno de Pinochet a la escuela de economía de Chicago, para que aprendieran y luego pudieran aplicar sin reparos el modelo liberal norteamericano en su país de origen.

 

“A pesar de esto, no es necesario reafirmar la presencia europea en Chile, puesto que ésta es sólida”, comentó el senador Núñez. “Lo que más nos preocupa políticamente es si la Unión Europea será capaz de alzarse como un contrapoder real a los Estados Unidos, no en términos bélicos, sino como un bloque que entregue equilibrio a la realidad global”.

 

El desafío interno

 

El Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea trae consigo una de las claves para el desarrollo industrial chileno, esto es un gran mercado al cual exportar productos con valor agregado, puesto que desde su nacimiento como país independiente la explotación de recursos naturales ha sido –y sigue siendo- el principal sustento de la economía chilena. El gran obstáculo para el progreso de la industria moderna en Chile ha sido la enorme inversión inicial que implica y que cuyos costos son difíciles de cubrir debido al reducido tamaño del mercado nacional.

 

El senador Antonio Horvath (independiente), especialista en temas medioambientales, explicó los principales desafíos productivos que debe enfrentar Chile para competir en el nuevo mercado. Ante todo, el país posee una gran ventaja comparativa en la producción de carnes de vacuno y vegetales respecto de otros productores sudamericanos (como Argentina y Brasil). “Los productos agrícolas y ganaderos de las zonas centro y sur de Chile no son intervenidos genéticamente, por lo tanto los bienes chilenos serían mejor recibidos en Europa, donde se privilegia la producción limpia, natural y orgánica”, aseguró el senador Horvath.

 

Esto obliga a realizar una gran inversión en infraestructura, para aumentar la producción y mejorar los envases de los productos, para que en ellos se pueda leer claramente sus componentes y el tipo de tecnología utilizada para elaborarlos. Por otra parte, esto también beneficiaría al consumidor chileno ya que sólo ahora el mercado nacional está ofreciendo productos con toda la información necesaria para que los compradores puedan tomar mejores decisiones.

 

Sin embargo, las medidas de protección al medio ambiente obligan a realizar ciertas modificaciones en la industria chilena que no fueron bien recibidas por algunos empresarios locales. El senador Horvath explicó que el acuerdo incluye la disminución de las cuotas de extracción de productos del mar, con el objeto de evitar un impacto negativo al ecosistema marino. “Con estas nueva cuotas será más difícil competir con países como España o Noruega, cuya capacidad productiva es mucho mayor que la nuestra, pero preferimos asumirlo como un desafío en vez de un problema”.

 

Esta es la actitud que el gobierno y el Congreso de Chile quieren promover entre los empresarios grandes, medianos y pequeños del país; aceptar los tratados con bloques de naciones industrializadas como oportunidades para crecer en todos los aspectos de la vida moderna, pero tener claro también que no son los salvavidas para un país en vías de desarrollo, puesto que cada nación debe ser el protagonista principal de su propio camino hacia el progreso. “Si no entendemos esto desde el comienzo estos acuerdos podrían incluso ser negativos para nosotros, porque se transformarían en nuevas oportunidades de conquista para las potencias del mundo”, aseguró el senador Horvath.

 

Las posibilidades de Chile de aumentar y diversificar su economía son altas. Cerca del 50 por ciento del territorio chileno aún no se encuentra integrado totalmente al resto del país, lo cual abre grandes expectativas para la producción limpia, natural y orgánica, así como para la industria ecoturística. De hecho, aproximadamente un 34 por ciento del territorio de la Patagonia chilena está siendo postulada ante la UNESCO como patrimonio de la humanidad, con esto el área involucrada sería más valorada y preservada en términos económicos y ecológicos. El parlamentario agregó que Chile, por su ambiente político y económico estable y ordenado (dentro del contexto sudamericano) podría convertirse en el punto de entrada para muchas empresas y organizaciones europeas en América del Sur.

 

Según Jaime Vitto, doctor en Historia y especialista en historia económica y social de América Latina de la Universidad Católica de Valparaíso, este clima favorable para las inversiones sería el principal beneficio que percibirían los europeos con respecto al Tratado de Libre Comercio, y también sería beneficioso para Chile ya que traería más capitales y generaría más empleos, sin embargo el académico advirtió que si el gobierno chileno no toma las medidas apropiadas esto podría traer efectos negativos para la economía local en el corto plazo.

 

El profesor Vitto explicó que los acuerdos comerciales con países desarrollados han sido importantes para Chile porque han incentivado nuevas actividades productivas, El principal obstáculo con que se han encontrado los gobiernos chilenos ha sido la incapacidad para realizar la transformación productiva y legislativa necesaria para trabajar con estos acuerdos. Tanto la modernización de los modos de producción como la especialización de la mano de obra sólo han funcionado en algunas áreas de la economía chilena, aquellas con más tradición y con mayores oportunidades de expansión en nuevos mercados como el vino, las frutas y los productos del mar; pero varios empresarios mediados y pequeños han desaparecido debido a que fueron incapaces de adaptarse a las nuevas condiciones que les imponían los tratados de libre comercio.

 

Otro punto que Vitto destacó fue la necesidad de realizar una profunda modificación a la distribución de las riquezas. Ese ha sido otro obstáculo esencial que los gobiernos chilenos han tenido que enfrentar para que se perciban verdaderamente los beneficios de asociaciones con potencias mundiales.

 

Los caminos y las estrategias parecen estar claros para los principales sectores dirigentes de Chile. El desafío de la administración del Presidente Lagos – y de los futuros gobiernos chilenos- está en saber dar los pasos adecuados para que la transformación del país sea verdaderamente profunda y positiva, y no sea sólo otro período breve de prosperidad que se diluirá en el tiempo.