La pobreza

vertientes conceptuales*

por Vania Salles y Rodolfo Tuirán

En la literatura disponible, encontramos un amplio abanico de perspectivas teóricas sobre la pobreza. De ellas presentamos las más relevantes: las que enfatizan tanto en el carácter relativo como absoluto de la pobreza; las que buscan profundizar en los aspectos que no están vinculados sólo con la privación material, y, por último, las que exploran las especificidades de la pobreza femenina, centrándose en los determinantes de género.

Algunos enfoques recalcan que la pobreza puede ser vista en términos tanto relativos como absolutos. En el primer caso, se la define en relación con otras situaciones y contextos sociales con los cuales es confrontada y diferenciada. Bajo esta perspectiva, puede decirse que la pobreza es relativa, como también lo son sus grados y heterogeneidad, pues se establecen por comparación. En la amplia discusión sobre el tema, los autores que han examinado el concepto de necesidades afirman que el elenco de valores propio de una cultura contribuye a definir y estructurar lo que constituye una necesidad. Hay, en este sentido, una suerte de énfasis en el carácter relativo de los contenidos de la necesidad, ya que ellos variarán en función de las pautas que los conforman. Este enfoque debe ser complementado con el acercamiento a la pobreza vista en términos absolutos, que imprime otros matices a la relación pobreza/necesidades. Bajo este enfoque, hay una suerte de núcleo de necesidades absolutas que son irreductibles a determinadas comparaciones, tanto en términos contextuales -un país, una comunidad- como en términos de niveles, sean éstos de bienestar o de estilos de vida, ya que remiten a la dignidad e igualdad esenciales del individuo considerado como ser humano, lo que lleva a vincular la cuestión de la necesidad con la de justicia. La pobreza absoluta alude, por lo tanto, a estados de carencia en los que se soslayan necesidades que todos, por compartir la calidad de seres humanos, tienen el derecho de satisfacer, razón por la cual no pueden ser relativizadas.

 

trampa de la privación y la teoría de las capacidades

 

En algunos aportes se enfatiza la utilidad de integrar dimensiones para enfocar la situación de personas, grupos y comunidades despojadas de satisfactores que van más allá de los de índole exclusivamente económica, por más importantes que éstos sean. La pobreza constituye una realidad que implica la existencia de individuos carentes de ingredientes y recursos necesarios para garantizar y promover una existencia digna e integral, lo que supone y exige el desarrollo de sus capacidades tendientes a mejorar y en su caso superar los movimientos circulares, reiterativos y las trampas que envuelven la pobreza. Al respecto, se señala que una persona es pobre si sus circunstancias materiales y los contextos políticos les impiden desarrollar ciertas capacidades que cubren lo esencial para permitir a una persona ser miembro de una comunidad social, económica y política. Ser pobre, por tanto, significa no sólo carecer de las condiciones mínimas de vida, sino también los recursos indispensables para ejercer los derechos elementales constitutivos de la ciudadanía social. Robert Chambers (1983), por ejemplo, describe la llamada „trampa de la privación“ para referirse a un problema más amplio que la pobreza. Señala que en esa trampa están presentes cinco conjuntos de factores que se interrelacionan como una telaraña respecto de la cual resulta muy difícil escapar: La pobreza misma remite a la insuficiencia de ingreso (flujos en dinero o en bienes) y de riqueza (disponibilidad de activos) y es un fuerte determinante de los otros conjuntos como la debilidad física que se vincula con la falta de fuerzas, desnutrición, salud deficiente, incapacidad física y una alta tasa de dependencia del grupo de pertenencia. El aislamiento considera la lejanía física, la carencia de educación, la ignorancia y la falta de acceso a servicios e información. La vulnerabilidad se relaciona con tensión interna y externa y el peligro de volverse más pobre y carente de todo, mientras que la falta de poder significa la incapacidad y debilidad para enfrentar la explotación y las demandas de los poderosos. Se remite igualmente a la autonomía restringida, a la dificultad de actuar según intenciones y proyectos personales.

 

Amartya Sen (1981 y 1984) fue el pionero en la discusión sobre la noción de capacidades. Señala que una persona es pobre si carece de los recursos para ser capaz de realizar un cierto mínimo de actividades. Meghnad Desai (1994) busca operacionalizar el enfoque de las capacidades/realizaciones de Sen. Propone las siguientes como capacidades básicas y necesarias:

 

  • la capacidad de permanecer vivo y de gozar de una vida larga;
  • la capacidad de asegurar la reproducción de carácter intergeneracional en su sentido biológico y cultural;
  • la capacidad de gozar de una vida saludable; 
  • la capacidad de interacción social o sea la de establecer un abanico variado de relaciones, redes e interacciones; y, 
  • la capacidad de tener conocimiento y libertad de expresión y pensamiento.

 

Las dos últimas capacidades se refieren a la vida social y política. La capacidad de interacción social es negada por las prácticas discriminatorias, entre las que se encuentran las de confinamiento femenino en el ámbito privado, enmarcadas en las asimetrías de género. Una negación al derecho de participar en la vida politica o de tener un flujo libre de información también significa privación (Desai, '94).

 

pobreza vista a la luz de los determinantes de género

 

La sistematización de los enfoques sobre la pobreza absoluta y relativa y sobre la trampa de la privación y la teoría de las capacidades nos hizo ver la posibilidad de establecer vínculos entre las teorizaciones sistematizadas y lo que denominamos la vertiente de los determinantes de género de la pobreza. A título de ejemplo señalamos algunos de los vínculos que pueden ser detectados:

 

- La formulación de las dimensiones absoluta y relativa de la pobreza es relevante para una perspectiva de género. Bajo el enfoque de la pobreza absoluta se puede argüir que como hay un núcleo de necesidades que son irreductibles a determinadas comparaciones (pues se remiten a la dignidad e igualdad esenciales del individuo considerado como ser humano), hombres y mujeres tienen necesidades comunes que no pueden ser relativizadas. Lo que prevalece desde esta óptica es la idea de la dignidad vinculada a necesidades universales de todo ser humano. Desde el punto de vista de la pobreza relativa, la investigación puede interesarse en la pobreza de las mujeres a partir de las necesidades que le son específicas, y que no son compartidas por los hombres. En este sentido la pobreza femenina es analizada frente a la de los hombres en un contexto dado, regida por especificidades y requerimientos diferenciales.

 

- Aunque como punto de partida debe reconocerse que la pobreza femenina tiene matices particulares derivados de la condición de género, es importante tener presente que se inscribe en un fenómeno mayor que atañe a amplios sectores de la población, tanto masculina como femenina quienes al compartir la condición de pobreza, sufren privaciones y carencias. En consecuencia, argumentamos que para examinar y comprender la situación de pobreza vivida por las mujeres es necesario una reflexión de carácter general sobre el tema. Sin embargo, destacamos también que la privación femenina no puede ser cabalmente comprendida bajo el mismo enfoque que el de la pobreza en general.

 

Los argumentos anteriores refuerzan la idea de la imprescindible relación entre las dimensiones absoluta y relativa de la pobreza y su utilidad para los estudios anclados en la perspectiva de género.

 

- La puesta en evidencia -por parte del feminismo- de la existencia de relaciones de poder sumamente desfavorables para las mujeres, hace posible plantear la hipótesis de que un gran número de mujeres está retenida en la „trampa de la privación“, sobre todo en lo que se refiere a la ausencia de poder como instancia reproductora de dicha trampa.

 

Sin que pueda ser excluida del panorama general de la desigualdad social, la que tiene que ver con la de género tiene particularidades pues redunda en la subordinación femenina. Con base en el género se construyen identidades, se desempeñan roles específicos, se definen los ámbitos de acción de los individuos dentro del espectro institucional y societal y se conforman vías muy desiguales de acceso al poder y a los recursos. Las asimetrías de género se reflejan y manifiestan en aspectos tan diversos como la disponibilidad de menor educación y empleo para las mujeres; el acceso a trabajo inestables y mal remunerados; la responsabilidad de la doble y hasta la triple jornada; la prevalencia de niveles inadecuados de salud y bienestar; la existencia de pautas culturales que rigen diferencialmente la sexualidad de hombres y mujeres; la reducida participación en la toma de decisiones en los espacios social y familiar; y la exclusión o escasa integración a los sistemas políticos. Las desigualdades de género dan lugar a un complejo sistema de interacciones que provocan una acumulación de desventajas para las mujeres que las expone y las hace más vulnerables a condiciones de privación y pobreza. Así, las situaciones desventajosas para las mujeres originadas en el entorno doméstico o con el mercado interactúan con las que determinan la clase social, lo que provoca que la mujer pobre permanezca en círculos de precariedad difícilmente rompibles, inserta en redes que se retroalimentan de forma sostenida. Con el objeto de dar visibilidad y profundizar mejor en el conocimiento de la pobreza femenina y en las situaciones específicas que viven las mujeres frente a los hombres, resulta necesario tomar en cuenta los siguientes aspectos que son relevantes para el contexto mexicano y seguramente para muchos otros más:

 

  • -El papel que juegan las mujeres en la división sexual del trabajo que, por general, las confina al ámbito hogareño o las segrega a ocupaciones que trasladan el modelo doméstico al espacio laboral y que implican menos valoración social, menores retribuciones;
  • Las desigualdades entre hombres y mujeres en el acceso a y utilización de recursos familiares e institucionales;
  • Las desigualdades de género en el acceso a las oportunidades de educación, empleo y atención de la salud, así como las asimetrías en la distribución de las recompensas económicas y sociales; y,
  • Las desigualdades entre hombres y mujeres en el ejercicio del poder, en la adopción de decisiones a todos los niveles, incluyendo las decisiones en torno al cuerpo y a la sexualidad, en el acceso a las estructuras políticas.

 

La revisión de las investigaciones hechas en México y orientadas por un enfoque de género permiten sistematizar algunos mecanismos de reproducción de la pobreza, con antecedentes y consecuencias incluso desde el punto de vista de la salud y nutrición de las mujeres. Para concluir es importante enfatizar que la pobreza femenina abarca un amplio abanico de situaciones distintas. Es pues relevante considerar que no hay un patrón homogéneo: hay diferentes maneras de ser pobres y otras tantas de vivir la pobreza, lo cual permite pensar no sólo en las líneas que separan a hombres y mujeres, sino también en las que actúan en el seno mismo del contingente femenino en situaciones de privación.

 

*versión acortada por la redacción