La palabra, la inteligencia y la razón al servicio de la política

Los cuadernos robados de Manuel Azaña

por Amparo Torres

Además de un relevante testimonio político y social de la época, impecablemente escritos, los "Cuadernos Robados” - recopilación reciente editada por Crítica sobre los diarios del político español Manuel Azaña durante los años 1932-1933 - son un claro ejemplo de razón, sensibilidad e inteligencia aplicada a la política por un hombre moderno y coherente y, en mi opinión, uno de los políticos más avanzados de la Historia de España Contemporánea. El libro contiene la transcripción exacta de los tres cuadernos que Azaña escribió cuando era Jefe de la 2ª República española, y que fueron robados en 1937 por un diplomático a su cuñado y gran amigo Cipriano Rivas Cherif - a quién Azaña se los confió - , para ponerlos al servicio del general Franco. Hace tan sólo un año, los cuadernos fueron encontrados entre los papeles de Franco, y devueltos por su hija al Archivo Histórico Nacional de España. Se desconoce si los diarios estaban destinados a ser una materia con la que Azaña pensaba reconstruir algún día sus memorias, pero lo que sí suponen es un documento insustituíble como fuente de primera mano sobre un período tan intenso y crucial para la historia de España.

 

Azaña comenzó a escribir sus diarios al poco del incio de la República, y puso fín a sus anotaciones unos días antes de su caida al frente del segundo Gobierno Constitucional. Eran ”cuadernos comerciales”, de los llamados diarios, de 400 páginas foliadas, con la cubierta negra imitando piel; fueron nueve en total los que escribió, y tres los que fueron robados: el 5ª, que comprende desde el 22 de Julio al 10 de Septiembre de 1932; el sexto, del 28 de noviembre de 1932 al 28 de febrero de 1933, y el 8ª, del 1 de Junio al 26 de Agosto de 1933.

 

Manuel Azaña consigue con estos cuadernos un gran propósito: enseñar cómo se gobierna en democracia a través de los votos y el Parlamento, o lo que es lo mismo, a través de la inteligencia y la razón.

 

Parece ser que el propósito de Azaña al escribir tan metodicamente estos diarios (todos los días, todas las noches, estuviera o no cansado; costumbre que inició en París en 1911, aunque nunca cultivada de manera sistemática), fué dejar constancia de su participación como creador de la democracia en España. Los diarios son un fiel documento de cómo se desarrollaban los Consejos de Ministros, las conversaciones políticas, sus gustos, horarios,y tertulias y salidas nocturnas, así como su soledad y afán explícito de hacer algo grande por España.

 

Demócrata desde 1923, Manuel Azaña fue Ministro de la Guerra desde 1931 (el mismo día de la proclamación de la primera República de España) y Presidente del Gobierno tras la renuncia del entonces Presidente Niceto Alcalá Zamora. Seis meses después, Azaña, escritor a la vez que político, amante de la literatura y gran orador - "en política palabra y acción son una misma cosa; la palabra crea, dirige, gobierna” - llegó a decir, encontró en este nombramiento la solución a sus dudas sobre una vocación aún no definida: sería escritor sin necesidad de renunciar a su vocación política, lo que consiguió trasladando a los Cuadernos, de corrido y casi sin tachaduras, las reflexiones que le suscitaba su acción política, anotando día a día los obstáculos en los que tropezó.

 

En general, no se puede decir que estos diarios pongan de manifiesto un nuevo Azaña, distinto al que ya se conocía por textos anteriores, pero sí se han podido reconstruir algunos datos e informaciones nuevas que complementan el perfil del intelectual y del político.

 

Quizá la mayor novedad que los nuevos diarios ofrecen para el conocimiento de la personalidad de Azaña es su permanente contradicción en lo que es su doble vocación personal. Si Azaña se revelaba en contra de los que - como Ortega - consideraban la insercción en la política partidista como "algo bajo, grosero”, resultan sin embargo frecuentes en los diarios frases dolidas y contundentes como: "Estoy cansado y no recojo bastante de mis esfuerzos. Nada tengo puesto en la política y si los partidos son tan insensatos que no ayudan, me voy a mi casa y para siempre”. Como es lógico, las dificultades acrecientan su contradicción: "Siempre no voy a vivir así, gastando las nueve décimas partes de un tiempo y de mis energías en templar gaitas, contemporizar con los necios y los ignorantes, parar los golpes de los enemigos y defender una posición que por sí misma no me interesa y sí sólo en cuanto puede servirme para realizar cosas sustanciales. Incluso llega a una dolorosa conclusión: "No puede llegarse normalmente a la cumbre del poder político y conservar la integridad y la entereza del propio ser”. De ahí, su voluntad de protegerse mediante el refugio de su propia intimidad, salvando una parte de su tiempo para la contemplación del paisaje, los paseos por la sierra, la conversación y, en especial, la lectura: "Esta me restituye a mi ser ... y me airea y me sanea el alma ... es lo único que me gusta siempre, de los que no me canso y donde hallo la paz. Las letras me responden a mi antigua y feliz soledad a la que no veo la hora de volver”. Para entender a fondo la personalidad de Azaña, es importante tener siempre en cuenta esa permanente tentación de huida, nunca tan explícita como en estos Cuadernos que nos ocupan, y que tanta luz aportan sobre la personalidad de este excepcional intelectual y político.

 

Manuel Azaña: 

Diarios 1932-1933 (los 'Cuadernos robados'). 

Madrid,Crítica, 1997. 440 páginas. 2.000 Pts.