A la telenovela vamos para saber quiénes somos

La telenovela en su modo de relato es la marca de nuestros tiem-pos televisivos: amor, narco y conspiración. Su forma de narrar, su estética y su lenguaje hacen parte de otros géneros, de nuestra vida cotidiana y hasta de la política. Todo deviene telenovela.

por Omar Rincón

La telenovela es una historia de amor, en tono de melodrama, con secretos impactantes, amores contrariados, valores conservadores y villanos malignos. Su referencia moral y política es la pre-modernidad. Expresa la estética de la repetición: a ese relato ya hemos asistido miles de veces y cada vez lo gozamos distinto.

 

A pesar de su precariedad de contenidos, narrativas y estéticas, la telenovela es el producto cultural que más se hace, disfruta y vende en Latinoamérica. Un dato nada más: Yo soy Betty, la fea se vio en más de 200 países y se hicieron más de 40 versiones locales en el mundo, incluidos remakes made in USA, la India y Alemania.

 

El modelo clásico de telenovela es la mexicana o cuando mujer pobre pero bella y pura descubre que es la heredera de una fortuna y del buen gusto de la aristocracia… y encuentra el amor de hombre y es feliz teniendo hijos. Una reinvención del modelo es la culturosa brasileña en la cual asuntos como el racismo, la religiosidad, la inmigración, lo intercultural, la vida agraria encuentran sentido en el amor y sirven para pensar sobre la brasileñidad. La reinvención que gusta en el mercado es la cómica colombiana o cuando el amor no es puro, la vida es una risa y se vale todo, desde el sexo hasta lo narco, para salir de la pobreza.

 

La telenovela se da cuando el amor existe. La tesis dramática de la telenovela es “mujer pura salva a hombre equivocado”. Su tesis moral: “mientras los pobres son sabios y buenos, los ricos son perversos e inhumanos”. Su tesis popular: “la justicia, la policía y el gobierno no sirven para nada”. Su tesis comunicativa: “todo televidente debe sentirse inteligente viendo telenovelas”. Su tema preferido: “el amor como éxito”. Familia y religión, amor y fe, destino como la fuente de toda verdad. 

 

La telenovela es la vida cotidiana. La clave de la telenovela es la lógica del re-conocimiento, y es que a ella se va a identificarse, no a aprender, a saber cómo es que somos, no a producir verdades sobre la existencia. Y por eso es que asume como eje dramatúrgico al melodrama, para poder ser emocional y solucionar todo desde el afecto, así como lo hacemos en la vida cotidiana. En la vida estamos hechos de historias en las cuales el amor es una ilusión que nos aqueja el alma y nos marca el destino; los hijos son el sentido de la vida; la culpa de todos nuestros males sociales es de los políticos-corruptos, ricos-explotadores, policías-ladrones; la ética de la familia se impone sobre la de la ley o el Estado; y la justicia tarde que temprano llegará y hará pagar todo a los que nos han hecho el mal. Las sociedades de lo popular van a la telenovela a verse en sus conflictos morales. Y por eso el amor y la justicia divina es la solución a todos los problemas. 

 

La telenovela es una reflexión sobre el mundo de la mujer y los modos de soñar de lo popular. Y en cada cultura la mujer es distinta. Así, en México todo se hace en función del galán y la familia, la mujer solo está para amar y adorar al hombre y la virtud sexual es el máximo valor; en Brasil las historias buscan pensar en público sobre la sociedad que se tiene, las mujeres aman y luchan, los hombres deciden y piensan, el amor se trabaja en metáfora y moral social; en Argentina, hombres y mujeres están conflictuados, los hombres son muy bonitos y andan más pendientes del espejo que de sus mujeres, las mujeres se refugian en la apariencia y usan la seducción en la lucha por el poder; en Colombia se celebra a la mujer que ríe, trabaja y se basta por sí sola, historias de mujeres con mucho carácter, guerreras, nada puritanas, trabajadoras y que hacen su destino. En todo caso, la mujer de telenovela certifica y legitima una imagen regresiva de lo femenino porque ella solo encuentra su felicidad en el hombre, la moral católica, el matrimonio y la familia.  

 

La telenovela sirve para comprender qué atormenta/divierte a una sociedad. La televisión es conservadora y de moral restaurativa. Y la telenovela aún más. Cuando una historia/contenido llega a convertirse en telenovela y tiene éxito es porque la sociedad ya está “dispuesta” a que ese relato se haga público. Por eso, los brasileños siguen explorando la telenovela como espacio reflexivo de los asuntos de la brasileñidad: su religiosidad, su modo africano, su juego de identidades, su sueño americano, sus precariedades de presente: el relato de la telenovela es la opinión pública. Por eso, los argentinos buscan preguntarse por su “enigma interior”, por su búsqueda psiquiátrica de colectivo, por su ser-en-sociedad y poco ceden al puro amor y al éxito. Por eso, Televisa sigue contando melodramas anclados en el mito de la mexicanidad: patria, familia, religiosidad y la virgen de Guadalupe. Por eso, los colombianos comenzamos reconociendo que éramos Caribe, que éramos provincia/rurales como Café, para pasar a ser urbanos y con la apariencia de modernidad de Betty, la fea, y ahora a ser cultura narco como El capo y Escobar, el patrón del mal.

 

La narco-telenovela marca rating, marca polémica, marca identidad en Colombia. Esta telenovela cuenta al mundo de los narcos y se inspira en sus valores del todo vale, mujeres de silicona, hombres abusadores y música de ranchenato, narcocumbia, raspacorridos. Historias que celebran los métodos paralegales para ascender socialmente, la compra de los privilegios y placeres, la moral de billete mata cabeza, la ética de que toda ley se puede torcer a favor de uno.  Se celebra el triunfo express. Una cultura de billete, armas, trago, mujeresexo. Y todo adobado con la moral católica.Obras muy bien hechas en los libretos, mejor en la realización y con actuaciones contundentes. Su ritmo es frenético, su tono de humor encanta, su exceso es alucinante, y lucen sublimes en sus lenguajes realistas, sus escenarios reconocibles y sus músicas cercanas. La narco-telenovela es exitosa porque representa la entrada en escena de la nueva cultura popular, esa del billete/consumo; esa que cuenta que el narco es el nuevo privilegio, la nueva forma de “superación” y revanchismo social. La nueva telenovela ha dejado el amor y ha encontrado el ascenso social en la ilegalidad: lo narco, el sexo y la delincuencia, pero a diferencia de las series, estas telenovelas tienen humor.

 

Las series son las telenovelas de los hipsters. Mientras que en las telenovelas triunfa el amor y en las narco-novelas gana el dinero, en las series solo queda la oscuridad cínica de la ironía: no hay nada que hacer, el mundo es una porquería. Las series del siglo XXI (Breaking Bad, Mad Men, House of Cards…) son historias de desilusión, conspiranoia en tono de tragedia cínica y con valores de coolture. Su referencia moral y política es la contra-cultura. Los que hacen las series y los que las ven como si fuese la mejor droga del mundo, se sienten muy inteligentes, ellos no comen cuento, ellos saben que no hay escapatoria: todo deviene cínico. Quienes las escriben y quienes las ven se sienten parte de una comunidad de elegidos, esa de esos pocos mundializados que se dieron cuenta a tiempo de que ya no se puede ser feliz, solo sobreviviente.

 

Telenovelas, narco-novelas y series son las tres drogas más adictivas del mundo. Tres modos televisivos para cautivar relajaciones capitalistas: una para las gentes de lo popular (la telenovela), otra para los nuevos sujetos del capitalismo (las narco-novelas) y la última para los cool hipsters mundializados (las series). Las tres son exitosas porque generan re-conocimiento cultural (nos identificamos en esos relatos). Las tres gustan porque nos con-forman con esta realidad que nos tocó en destino. No se quiere una revolución, solo se quiere vivir emocionados y con sueños de posibilidad.

 

Y, por eso, para ir a la política en nuestro tiempo, hay que ver televisión. Nuestros presidentes son galanes (Uribe, Chávez, Evo, Correa, Lula, Mujica, Berlusconi, Sarkozy, Obama…) que buscan desde lo emocional y moral salvar a sus amados/equivocados pueblos. Sus propuestas son amorosas al comienzo (telenovelas), vengativas al gobernar (narco-ética) y cínicas al final (series). En todo caso, su actuación es de galanes/celebrities. El asunto no es de políticas públicas sino de amor. Y cuando no queda más, de dinero fácil y mafia. Al final, sale el cinismo: hay que tener el poder por el placer del poder. Por eso, para enterarnos del mundo, conocer la opinión púbica y pensar la sociedad en el siglo XXI no hay que ir a los informativos de tv o a las noticias de internet, sino a la ficción televisiva. ¡Dime qué telenovela, narco-novela o serie ves y te diré qué piensas! A la televisión vamos es a re-conocernos.

 

Omar Rincón es crítico de televisión para el periódico colombiano El Tiempo y profesor asociado y director del CEPER (Centro de Estudios en Periodismo) de la Universidad de los Andes en Bogotá.

«Familia y religión, amor y fe, destino como la fuente de toda verdad.»

«Quienes las escriben y quienes las ven se sienten parte de una comunidad de elegidos...»