“Si vamos al puesto de salud con una gripe, ya piensan que es coronavirus y no nos atienden”

El Sistema de Salud de Guatemala evidenciado durante la crisis de Pandemia por el COVID-19. Los efectos de la pandemia en las áreas rural y urbana y la violencia intrafamiliar durante el confinamiento en Guatemala.

Por Carlos O. Quiñonez Marroquín


Guatemala, como la mayoría de los países de América Latina, sufre de grandes problemas sociales, econó- micos y políticos. Sobre todo los problemas sociales afectan a poblaciones excluidas y marginadas históricamente, siendo discriminadas por poblaciones urbanas pero sobre todo por las élites del país.

El Sistema de Salud Guatemalteco es de los asuntos pen- dientes del gobierno central, sin embargo pareciera que en Guatemala, solo quien tiene recursos suficientes es capaz de tener salud, y no temer por su vida al tener que acudir al sistema público. Aún así, año con año, se disminuyen los recursos que son fundamentales para que se cumpla el derecho a la vida de los guatemaltecos.

Durante el contexto de la Pandemia por el COVID-19, en Guatemala, el gobierno central tomó diversas medidas como en la mayoría países alrededor del mundo, entre estas, estuvieron la declaración del toque de queda parcial, el uso obligatorio de mascarilla, restricción de movilización de la población, el cierre de espacios públicos, eventos y la paralización parcial de la economía del país. Para atender a la población que se conta- gia de coronavirus, el gobierno implementó cinco hospitales a nivel nacional llamados “hospitales covid”, los cuales son exclusivos para tratar esta enfermedad. Sin embargo, estos no funcionan en buenas condiciones, además que a los médicos que contrataron para trabajar en estos hospitales, no se les paga sus salarios y no cuentan con suficientes insumos para el tratamiento de pacientes con COVID-19.

© Carlos Quiñonez
© Carlos Quiñonez

 

Paseo la Sexta, ciudad de Guatemala. En la actualidad, las medidas se han relajado, lo que ha provocado que las personas vuelvan a las calles, esto conlleva un incremento en los casos de COVID 19 a nivel nacional.

 Efectos en el área Urbana

 

En este punto nos encontramos en que la reducción de la pro- ducción de bienes y servicios, intensificó el desempleo tanto formal como informal, este último mayoritariamente afectado debido a las medidas tomadas, lo que acrecentó la crisis econó- mica de las familias de los suburbios de las ciudades más impor- tantes, además el cierre de negocios locales, estancamiento de emprendimientos y la industria del entretenimiento en el país, lo cual afectó directamente a artistas locales. Actualmente el país está abierto y en la ciudad pareciera como si todo siguiera igual, las personas salen a las calles como cotidianamente lo hacían antes de marzo.

 


Efectos en el área Rural

 

La crisis en el área rural se marcó mucho más, en un país en donde la mitad de la población vive de la agricultura, y siendo la población que históricamente ha sido excluida y discriminada,

en donde la mayoría de personas están en situación de pobreza y pobreza extrema, en donde las oportunidades se disminuyen significativamente y los padecimientos de salud de la población son mayores.

En medio de la Pandemia y las medidas tomadas por el gobierno para disminuir las repercusiones provocadas por la crisis mundial, la población (mayoritariamente indígena) empezó a carecer de suministros alimenticios para las familias en las comunidades de todo el país. También disminuyeron los ingresos que en su mayoría, son obtenidos en el comercio formal, informal y la venta de productos que las mismas familias cultivan para luego venderlos en el mercado local o de otras localidades aledañas a sus municipios o departamentos.

 

 

© Teresa Puac
© Teresa Puac

Comunidad Chipuac, Totonicapán, Guatemala. Una de las primeras comunidades en donde se dieron contagios comunitarios y se implementó un cordón sanitario en el país.

 

 

Sistema de salud evidenciado

 

Si bien es cierto el Sistema de Salud Guatemalteco ya tenía padecimientos de atención a la población a nivel nacional, la crisis de la Pandemia causada por el coronavirus, incrementó las carencias, a pesar de que el Gobierno de Guatemala solicitó y autorizó préstamos millonarios a entidades internacionales para paliar los efectos de la misma, estos fueron destinados a otros fines, politizando y provocando que el dinero prestado, no se haya utilizado para fortalecer el sistema de salud de por sí ya debilitado, no se dotó de insumos de protección a médicos de primera línea de atención, ni de insumos hospitalarios para tratamientos respiratorios.

Así, se empezaron a dar una serie de problemas de atención a los pacientes, las consultas externas cerradas para la atención de enfermedades comunes y más preocupante aún, enfermedades crónicas, se detuvieron incluso las operaciones ya programadas en diversas ramas médicas.

Aunado a esto, el sistema de salud pública en conjunto con el gobierno ocultó información a la población sobre el avance de la enfermedad, número de contagios, personas re- cuperadas y fallecidas, en otros casos brindaron a información errónea, así en Guatemala no solamente fallecieron personas por COVID-19, también fallecieron por enfermedades que el Sistema de Salud no atendió a quienes dejó por un lado e incluso se reportaron como muertos con COVID-19 cuando en realidad fallecieron por otras causas no provocadas por esta enfermedad.

 

 Miedo y consecuencias en área rural

 

Aunado a la desinformación, especulaciones, rumores y la falta de compromiso del estado con la comunicación hacia todos los sectores de la población guatemalteca, el coronavirus llevó miedo al área rural, en donde se estigmatizó a las personas que contraían la enfermedad, aún cuando el gobierno negaba los contagios comunitarios, fue a todas luces evidente que ya se daba esta situación. 

 

Diversas instituciones público-privadas, además de ONG, fueron fundamentales para la socialización de la información relacionada con la enfermedad en áreas donde los idiomas son mayoritariamente mayas.

De esta manera, se crean programas que tienen como finali- dad dar a conocer la enfermedad, síntomas entre otros a las poblaciones en su idioma materno.

 

Teresa Puac de 37 años, es una comunitaria perteneciente a la etnia Quiché, del departamento de Totonicapán en el Occidente de Guatemala. Vive en la aldea Chipuac, del caserío Chuipachaj I, una de las comunidades en donde se reportaron los primeros casos de contagio de coronavirus en el área rural de Guatemala. Teresa comparte un poco de las anécdotas que la población de este sector ha tenido que vivir:

“Fue un sábado 25 de marzo, estaba bien tranquilo, ya mucha gente hablaba del coronavirus, ya existían muchos protocolos que hay que seguir practicando en la comunidad; aunque algunos creen y otros no, ese día falleció una señora, la cual ya tenía enfermedades antes como diabetes y cáncer; un día jueves la llevaron al hospital (a la señora) porque su hija trabajaba como laboratorista, le dijeron que la señora había dado positivo a coronavirus, el día viernes la señora lloraba de preocupación, porque la iban a llevar a un hospital temporal de la capital y pero falleció por Alaska, ni siquiera llegó para ser atendida.

Nadie sabía qué hacer con la señora fallecida, ni los alcaldes, gobernadores, ni bomberos. Finalmente, la llevaron al cemen- terio de Totonicapán; la situación fue muy lamentable porque discriminaron a la comunidad donde yo vivo, nos trataron de tercos y de animales porque según ellos no entendíamos.

A la señora la enterraron en el cementerio de mi comuni- dad a las 11:00 pm. Todo esto generó mucho pánico y miedo, porque era un contagio comunitario y colocaron un cordón sanitario, nadie daba información sobre esto, las enfermeras y doctores entraron a la casa de la hija de la señora que falleció para preguntarle si había estado cerca de su mamá y con quienes había hablado, pensaban que de esa manera detectarían a todas las personas que posiblemente estaban contagiadas. Una de las nueras de ella que también dio positivo, recién daba a luz, tuvo que dejar a su bebé de 15 días de nacida, se llevaban a la gente a la fuerza, dejaban solos a los niños y alrededor de las 9:00 o 10:00 de la noche sacaban a las personas de sus casas, los sacaba la policía y el ejército. En los posteriores días alrededor de las 4:00 am cuando amaneció, todo estaba rodeado de soldados, caminaban en el campo y nos dio un temor terrible, solo mis papás habían vivido esto en la guerra, ya no comíamos porque estábamos muy preocupados. Después nos dimos cuenta de lo que significaba el cordón sanitario, pero nunca se nos informó como era de parte de las autoridades. Fue algo muy triste y doloroso vivir ese momento. Muchas personas se enfermaron; yo por ejemplo, me enfermé de los nervios y aún lo mantengo.”

 

Violencia Intrafamiliar durante confinamiento

 

Además, en su comunidad, como en cientos de comunidades alrededor del país, durante el confinamiento se vivió violencia intrafamiliar.

Teresa relata que hay una señora, cuyo nombre no menciona, que resultó embarazada durante todo esto, porque su esposo le pegaba y le decía que solo servía para tener hijos y como el esposo ya no salía a trabajar entonces le pegaba.

“Yo deseé mi muerte”, menciona la señora, porque la violencia que vivía en su casa era terrible. A pesar de poner su denuncia en la defensoría de la mujer de Totonicapán, todo se quedó estancado, nunca sucedió nada, el caso sigue en investigación muchos meses después, incluso la señora ya hasta tuvo al bebé.

Respecto al acceso a la salud, se estaban llevando a la gente sin explicar, “nosotros queríamos los resultados de la señora

que murió, nunca supimos verdaderamente si era positivo o no para COVID-19”. El puesto de salud de su comunidad lo cerraron durante un mes y algunas familias se abastecieron de medicamentos. Teresa dice que ya nadie quiere visitar el puesto de salud porque si van con una gripe, ya piensan que es coro- navirus, ya nadie cree en puesto de salud, ni en sus médicos.

Teresa menciona: “Toda la pandemia que vivimos y la seguimos viviendo, dejó muchas secuelas. Por ejemplo en mi comunidad, mucha gente se está muriendo, dicen que por presi- ón alta, que por que les dio un infarto y la mayor desesperación es que toda la gente hasta hace fiesta, como antes. Hay muchas aglomeraciones. Yo siempre estoy en contra de estos, yo casi no creo en la enfermedad pero ahora me doy cuenta de que mucha gente se está muriendo y la gente en las comunidades ya perdió la cultura y no usan la medicina natural, ahora les da una fiebre fuerte, se ponen una inyección y se mueren. Por eso le digo a la gente: mejor siete octavos y un limón... (se ríe). En un lapso de 15 días fallecieron como 13 personas, eso sí que es alarmante y las autoridades no dicen nada, ya nadie usa mascarilla en la comunidad y a veces me enojo con mis vecinos porque realmente uno se debe cuidar.”

Guatemala es un país que no está preparado para crisis humanitarias y sanitarias, un país en donde los más privilegi- ados son aquellos que cuentan con recursos suficientes para pagar gastos médicos en un sistema de salud privado. Porque el sistema de salud público discrimina a los más desposeídos y olvida a las mayorías, abandona a sus niños y niñas, y durante la pandemia y la crisis del coronavirus, ha estado ausente dejando que las secuelas afecten la salud mental y física de la población guatemalteca.

© Carlos Quiñonez
© Carlos Quiñonez

 Hospital General de la ciudad de Guatemala durante la pandemia.

 

Carlos O. Quiñonez Marroquín es Administrador de Empresas y ha trabajado por más de 10 años en el sector de organizaciones de sociedad civil que se dedican a la defensa de los derechos humanos en el contexto de las poblaciones indígenas marginadas en Guatemala.